Fue en la ribera del río Itata que se plantaron las primeras parras que el fraile Francisco de Carabantes trajo desde Perú en 1548. En esa época la viticultura se pensaba más para la misa que para la mesa y primaban las cepas país y moscatel. En algunas partes aún subsisten parras añosas de cepa país, originarias de los viñedos de conventos.
La región cuenta con un clima mediterráneo húmedo, un poco más fresco que los valles más al norte. La viticultura actual se encuentra casi exclusivamente en el sector del secano costero. Sin embargo, la zona es hoy de interés para quienes buscan revalorizar los vinos naturales con sentido de origen.