El Valle de Curicó se sitúa a unos 200 km al sur de Santiago y sus viñedos cubren alrededor de 16 mil hectáreas. El clima es mediterráneo subhúmedo con una estación seca prolongada y precipitaciones que promedian 700 mm al año.
La diversidad morfológica del valle, que es cruzado transversalmente por múltiples estribaciones de cerros, permiten una gama de diversos terroirs que dan lugar a una gran variedad de cepas. Por el lado oriental de la Cordillera de la Costa, donde el clima es fresco y húmedo, subsisten parras antiguas de semillón, país y malbec. En la sección intermedia, el clima es más caluroso y se dan grandes oscilaciones térmicas, lo que produce vinos de mejor frescor y acidez.
El cultivo de parras comenzó alrededor de 1743, casi en conjunto con la fundación de la ciudad de Curicó. Cerca de 1980 la industria comenzó a modernizarse, lo que eventualmente posicionó al vino chileno entre los más importantes del mundo.